El hijo pródigo era la parábola bíblica favorita de Brennan Manning. Como alcohólico en recuperación, sacerdote que abandonó la congregación, aquella es una historia que tiene ecos de él mismo: tiene mucho que aportar de su propia vivencia.
Como muchos de nosotros, Brennan sabía cómo era estar lejos, caer en el lodo de nuestro propio camino, desear regresar a casa. Como muchos de nosotros, sabía qué se siente cuando uno piensa que carece de valor, cuando ya no eres bienvenido, cuando ya no queda hogar en el hogar. Pero la historia de Jesús sobre el hijo que insultó a su padre al demandar su herencia mientras este aún vivía y lo avergonzó al malgastar todo en alcohol y mujeres hasta que no le quedó más nada es una historia de la más pura gracia y de un amor que jamás nos dará por perdidos.
El pródigo ilustra el poder de la gracia a través del relato de un hombre quebrado que finalmente ve a Jesús, no al haber predicado el sermón más notable o tras haber escrito el libro más sobresaliente, sino tras haber fallado miserablemente. “Este libro es para todos nosotros que hemos estado saturados de culpa, presiones para conseguir logros religiosos, hipocresía y vergüenza. El pródigo se lee como una vacación necesaria para nuestra alma”. —Brian D. McLaren Autor, conferencista y activista